El equipo de Ping Pong de Rolas así vivió el Hipnosis 2024:
Decía Frank Sinatra que el espíritu de su música se hallaba en las primeras horas del día. Algo parecido ocurre con los festivales: a veces, para entender su identidad es necesario acudir a los primeros sets. La grandilocuencia de los headliners hace que éstos se defiendan por sí mismos: generan histeria y traen consigo un mar de gente que solamente desea verlos a ellos. El Ping Pong de Rolas, buscando hallar el núcleo del Festival Hipnosis, se formó afuera del Estadio Fray Nano antes de que se abrieran las puertas. Al entrar, nos topamos de golpe con un sol esplendoroso… y con la distorsión de Demencia Infantil.
Demencia es un proyecto joven, valiente, que busca continuamente la creación de rolas alejadas de fórmulas tradicionales y que, pareciera, se desacomodan en pos de hallar cierta independencia sonora por sí mismas. Son piezas que buscan alejarse del canon, que se desperdigaron por el diamante del Fray Nano y retumbaron en dugout y graderío. Es una banda que se toma en serio y toma en serio, también, a la música. Tras ellos pudimos entrar en una especie de trance a partir de los sintetizadores de Laurence-Anne, interesantísimo proyecto canadiense que tuerce las raíces del new-wave.
Rozando las dos de la tarde, Melody Fields, banda de rock que hizo el viaje desde Suecia, tomó el escenario -quizá, sólo quizá, los energéticos Hives no sean el proyecto escandinavo más interesante del momento-. Qué locura. Días antes, Ramo Spatalovic, baterista de la banda, se había mostrado preocupado respecto al horario que pudieran recibir. En sus palabras, Melody Fields es una mucho mejor banda si se presenta cobijada por el manto nocturno. Les tocó un horario tempranero y, aun así, reventaron con todo. Una de las cosas más interesantes del Festival Hipnosis es cómo pondera la presentación de bandas que beben de muy claras influencias tradicionales cuya música toman para transformarla, luego, en otra cosa. Melody Fields tiene mucho del rock de los sesenta, pero le mete una psicodelia garage que hace que la banda mute en otra cosa completamente distinta. Acudir al Hipnosis podría parecerse mucho a atestiguar un laboratorio de alquimia.
El volumen fue subiendo paulatinamente con Boogarins y El Shirota, hasta detonar la fiesta por completo con Frankie & The Witch Fingers. Qué banda tan natural, tan divertida. Ninguno de los asistentes -menos aún los artistas- dejó de bailar. El set incluyó, también, unas veloces mañanitas al guitarrista. Mdou Moctar continuó con el fiestón y dio paso a Gang of Four, banda que fue recibida con la primera gran ovación de la tarde.
Cuentan que, al norte del Central Park, cerca de las instalaciones de la Universidad de Columbia, por ahí por los años noventa, Julián Casablancas y Albert Hammond Jr. trabaron amistad a partir de ciertos gustos musicales cimentados, sobre todo, en bandas como Pavement y Gang of Four. Poco tiempo después nació The Strokes, un grupo cuyo objetivo inmediato era parecerse a la banda de Leeds que también inspiró a otros proyectos hoy importantes como IDLES o LCD Soundsystem. Gang of Four nunca había venido a México, y su set fue todo lo que hubiéramos soñado que fuese. Llegamos tarde a fotografiar a SUUNS porque no queríamos perdernos el cierre con Damaged Goods.
La ola experimental de SUUNS encontró cierto contraste con la furia de High on Fire y desembocó en la fiesta disco-psicodélica de Mildlife. Los jardines del Fray Nano comenzaron a llenarse al borde de las nueve de la noche. Fue entonces que nos quedamos todos petrificados, boquiabiertos, cuando salió Alison Mosshart al escenario para contonearse al ritmo de Kissy Kissy. The Kills reventó el festival y consiguió que la gente corease la melodía de la guitarra de Jamie Hince en Future Starts Slow. Qué magia desborda Mosshart: es una felina sobre el escenario que nunca se está quieta. Es hipnótica -nunca mejor dicho- y se adueña por completo del tiempo y el espacio. Fue un show sobrio, basado en el catálogo garageoso de la banda, que nos dejó impresionados.
Slowdive y AIR, seguramente los actos más esperados de la noche, no decepcionaron. Los primeros nos llevaron a tocar el cielo estrellado con Sugar for the Pill y When the Sun Hits. Sonaron espectacular -quizá sea esto, dicho sea de paso, uno de los grandes aciertos del festival: ninguna banda suena mal-. AIR, por su parte, fue todo lo que hubiéramos deseado que fuera. Habiendo pasado varios días, seguimos con el escenario plasmado en la memoria, bailando sus luces al ritmo de Sexy Boy.
Hay muchas bandas que podrían ser potenciales headliners del Festival Hipnosis, pero, quizá, lo más emocionante seguirá siendo ver a qué proyectos emergentes consiguen darle foco en las primeras horas del día. Ahí está el núcleo del festival. Ahí, también, comienzan a gestarse las bandas que, a la larga, como Slowdive, dedicarán su set a la noche estrellada.