Festival Ceremonia 2016
Fecha de publicación: 11 abril, 2016
Por: Patricia Penaloza / @patipenaloza
Con una asistencia considerablemente mayor a la de sus tres primeras ediciones, el Festival Ceremonia 2016, auspiciado por la compañía independiente Tape, este año ayudado un poco por la operadora de conciertos OCESA, llevó a cabo este sábado 9 de abril en el Centro Dinámico Pegaso (Toluca, Estado de México), la que quizá haya sido su mejor edición hasta ahora, sobre todo por el nivel de producción, notoriamente superior a la de otros años, con una mucho mejor elección de temporada climática: día soleado, nada de lluvia ni lodazales, y mucho menos frío en la noche. Instalado ya de forma más clara como un festival esencialmente de música electrónica y géneros bailables afines (funk, soul, rap, entre otros), de inicio a fin, el ambiente fue de alegría festiva, ayudado por una mucha mejor organización en el transporte (la mayoría de los asistentes son de la Ciudad de México) y en la logística toda.
Musicalmente, los momentos más altos se dieron con el magnífico productor y virtuoso del bajo, Thundercat (Stephen Bruner), seguido por el cantante de soul, rapper y baterista Anderson Paak & the Free Nationals, y el grupo mexicano de electrónica y rock Titán, que al actualizar viejos temas de culto y sorprender con un nuevo sonido que mezcla industrial con progresivo y psicodelia electrónica, deslumbró a la concurrencia.
En cuanto a fiesta y gran recibimiento, Disclosure y su house retro cumplió con las altas expectativas y enloqueció a los miles de asistentes con un show impecable, entre secuencias digitales e instrumentos ejecutados en vivo (bajo, teclado, baterías) y voces pop perfectas. Asimismo, el baile se mantuvo exacerbado en el escenario principal, sobre todo con Classixx, Bob Moses, el DJ set de Gessafelstein y el acto en vivo de Flume, quien se dejó acompañar por excitantes visuales.
Por su parte, el escenario secundario ofreció guiños de menos alcance masivo pero mayor refinamiento sonoro, no sólo con Thundercat sino con el rapero guatemalteco (avecindado en México) Jesse Baez, el pop chileno de Marineros, los retruécanos grime-jungle-dubstep de RL Grime y por supuesto, el rap de vieja escuela de NAS. La carpa esférica Camp Roswell fue la delicia con filas larguísimas para acceder a ella, llena de motivos espaciales y alienígenas, con muchos artistas mexicanos de avanzada, tales como Theo Mago (nuevo alias de Bufi), Alemán, Finesse All Stars, Superstudio, Clumbers, o figuras como Alizzz (España), Gaika (UK), Anna Lunoe (Australia) y Total Freedom (EU). Sorpresa oscura y sucia, fue la mini carpa Spotify, que ofreció sonidos correosos, subterráneos, inesperados, con pinchadores alocados nacionales como DJ Chrysler, Damián Romero, Rosa Pistola, Niño Árbol o BBY Alone Soundsystem. El cierre con los mash-ups de Dj Z-Trip a las 3 de la mañana fue estruendoso y feliz, para los aferrados de la madrugada.
Globos, shorts, falditas, descamisados, colores.
Desde la una de la tarde, a diferencia de otros años, en que la gente solía llegar hasta cerca de las 6 de la tarde aproximadamente, la concurrencia, que oscilaba entre los 15 y los 30 años de edad, se fue agolpando en la entrada con el alboroto y algarabía propios de las hormonas en flor, mientras globos metálicos, insignias, banderas de colores, aros circenses, tiendas de ropa, productos orgánicos, publicaciones; stands de moda, dinámicas y juegos relacionados con la cultura skate, los recibían en un ánimo que equilibraba el consumismo con el disfrute y el posicionamiento de actitudes e imágenes. Carpas donde elaboraban tu propia máscara de animal en formas geométricas, donde te regalaban banderas de colores para agitar en lo alto, juegos mecánicos intensos que te agitaban el cerebro y te hacían girar de cabeza, stands para probar la destreza y tino de los asistentes, mantenían de inicio a fin, la sensación de feria interactiva, de festejo celebratorio de la juventud desbordada.
La comodidad fue un rasgo singular en la edición de este año: las rutas para caminar estaban mejor diseñadas y señalizadas, los escenarios estaban muy cerca entre sí, y eso hacía que uno casi no se cansara, a pesar del calor. Las grandes carpas de sombra aliviaban a quien no quisiera estar bajo la inclemencia del sol atronador y brillante de primavera. Asimismo, resultó muy efectivo y bien instrumentado, sin fallas, el sistema de pre-pago: en pulseras individuales uno podía cargar efectivo para así agilizar la compra en los stands de bebida; si sobraba dinero pre-pagado, uno podía recibir reembolso al final: una actualización digital de la antigua kermesse con boletitos.
De igual forma, las risas, los grupos de amigos abrazados, las falditas y los shorts coquetos, los varones descamisados, los bailes en grupo o en círculos con aros y máscaras, completaban el cuadro de chamacos gozando de la vida.
Tino musical
En cuanto a la curaduría de esta edición, los artistas fueron elegidos de una forma mucho mejor pensada y acorde con los gustos locales. Malas experiencias del pasado fueron cuando por ejemplo cerró Julian Casablancas and the Voidz (2014) y había muy poca gente viéndolo por evitar los grandes pantanos de lodo que dejó la lluvia por la tarde; o esa misma noche, en que Tyler the Creator tuvo muy poco eco. En cambio, los DJ’s y productores de música masiva bailable tienen más acogida en el público mexicano, de ahí que lo seleccionado esta vez, armó mucho mejor la fiesta e hizo que los ánimos, en vez de ir decayendo hacia el final como otras veces, al contrario, fuera creciendo hasta estallar con Disclosure. Sin duda, un gran gol.
Lo implacable del R&B, el soul, el dubstep, como tendencias arrasadoras actuales, también fueron rasgo atrayente y un cambio singular en la estafeta sonora de este año, no sólo en Ceremonia, sino como tendencia mundial, ya no sólo a nivel pop, sino también entre artistas un tanto más subterráneos y experimentales, cosa que el festival supo olfatear bastante bien, como para dar en el clavo al invitar a artistas de este perfil, haciendo que el cartel fuera mucho más cohesivo que otros años, menos de “dulce, chile y de manteca”. El mensaje fue tan bien manifestado, que resultó exitoso y harto divertido. De seguir así, se consolidará como una de las mejores experiencias musicales del año en México.