Lamassu


Mi pasión y amor por la música viene desde la niñez. Debo esta melomanía a una profunda tradición familiar: todo comenzó con una consola musical, de madera con acabados en brillos, sobre la que descansaban el disco azul de los Panchos, el de la Sonora Santera con Sonia López, los de Ray Conniff, el Pastel Blues de Nina Simon, algunos de Agustin Lara, de Bienvenido Granda, o de José Alfredo Jimenez, por mencionar unos cuantos.
Años después, gracias a vecinos mayores –dueños de una excelente colección de vinilos– conoci y escuché a los Beatles, Led Zeppelin, los Rolling Stones, Queen (especialmente “A Night at the Opera”) y muchos otros. Estos amigos me grababan, en cassettes de 90 minutos, su música, principalmente británica, interponiendo en cada cinta sus gustos: los crescendos más increíbles, narrativa instrumental o grandes vocales. Fui creciendo con una dieta auditiva constante, hasta que descubrí la música alternativa por medio de un compañero de primaria. Con él llegaron INXS, The Cure y Depeche Mode… y Rock 101.
El primer día que sintonicé Rock 101 fue pasando la media tarde. El programa al aire era Radio Alicia. Quedé fascinado por la manera en que presentaban las canciones y las anécdotas que contaban… Escuchar una canción que nos muestre el reflejo de una época es algo que no pasa muy seguido, pero cuando pasa, es necesario que se le aprecie como una herencia histórica: conocer el pasado a través de la música es alucinante. Es un fenómeno histórico y sociológico que se debe disfrutar.
Me enamoré de la estación. Era una radio tan especial que crecí escuchándola todos los días. Me resultó imposible sintonizar otra, porque para mis oídos no había otra en el mundo que la gente debíera escuchar. Siempre que escuchaba Rock 101 tenia esa sensación de estar en el momento adecuado, con la atmósfera idónea, escuchando la música perfecta: el tiempo mágico.
Impresionado por el rango de música que escuchaba, disfrutaba del paisaje musical que ofrecía música para multitudes de todas edades: imposible tener una comunidad musical sana sin diversidad, y eso incluía la participación de la multitud de menores de 21 años. Es cierto que en ese tiempo me mantenía en contacto con la Cultura Pop que giraba en México y el mundo a través de Rock 101 conformábamos un México diferente: sin internet, ni información suficiente y necesaria, pero mucha curiosidad.
Me embriagué con todas las cosas que sucedían en la estación y la música que proponían. Ahí conocí a las
personas más inspiradoras que he escuchado: gente profesional y de propuestas originales que no buscaba el protagonismo ni la pretensión. Eran personas que llevaban las cosas a otro nivel. Rock 101 fue una estación que realmente fomentó la exploración musical, pero no solo eso: más allá de la música, entendí que era una estación incluyente –muchísimo antes que la misma palabra estuviera en boga– por su diversidad de programas: del sofisticado programa de jazz al “Salsabadeando”; de una incomprensible “Puertita Anti Radio” a un ilustrativo “En los Cuernos de la Luna”; de un “Reporte G” a un “Preludio Adictivo”, programas para todos los gustos y necesidades. En la magia de la radio y del concepto de Rock 101 entendí que no importaba el genero, clase social, nivel económico color de piel o etnia, ideología, religión o género. Se trató siempre de inclusión y respeto.
La excavación de música se convirtió en un hobby intenso que requería horas nocturnas para ver videos musicales en MTV2, recorridos en El Chopo para conseguir y comprar música, pronunciando mal algunos nombres, Compré discos, porque nadie parecía saber cómo, ni quiénes eran, al menos no las personas con las que vivía.
He tarareado, silbado y cantado; he escuchado música en casa, en el transporte publico, en dormitorios, escuelas, calles callejones, bibliotecas, graneros, bosques, desiertos, océanos, ciudades, pueblos, gimnasios y un sinnúmero de clubes. Por supuesto, he pasado por tornamesas, radios de transistores, theater systems, 8-track tape, cassettes, cd’s, usb’s, mp3, portátiles y celulares.
Lo mucho y lo poco que sé de música se lo debo a todo un trendsetter: LGS. Escuchar sus diferentes y eclécticos proyectos de radio como Rock 101, WFM, Nueva Era, W Radical, me permitieron pulir mi gusto en música y asimilar más el eclecticismo: para mí, la música no es mi primer o segundo, ni tercer amor más grande. Cuando estoy alegre escucho música, pero también cuando estoy triste, me acuesto, me levanto, trabajo, o me quiero relajar … simplemente escucho música.
Y sin embargo, cuando me invitaron a hacer un programa de música en 101 me dije que no podría, porque no tenía las habilidades para hacer algo tan alegre como eso. Por suerte no lo pensé mucho y tras el titubeo me uní a la estación de tradición. Pronto caí en cuenta que hacía años que estaba enamorado de ella, y que el paso siguiente –e impostergable– era compartir mi música con amigos de varias partes del mundo.