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Cntrl Fest, el polvo de hadas que nos enamora de la oscuridad de los 80

Escrito por: Alejandra Aviles

Fecha de publicación: 2 mayo, 2018

Cntrl Fest, el polvo de hadas que nos enamora de la oscuridad de los 80
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La parte bonita de la vida tiene que ver con breves momentos que cuentan historias. Así sucedió con ese episodio de la línea cronológica del calendario gregoriano situado a finales de los años ochenta cuando definitivamente, había algo así como polvo de hadas desparramado en el aire, perceptible el sábado pasado durante la primera edición del Cntrl Fest.

Fue tan solo un instante de la historia del mundo cuando no había un conflicto bélico declarado, la economía mundial temblaba estable sobre una cuerda floja, y esa somnolencia que provoca el estado de tensa calma tuvo una basta producción cultural aparentemente burda, algunos llamarán vacía o hueca, otros lo llamarán auténtico. Yo prefiero dejarlo en el estatus de enigmático, pues dar el paso del pensamiento análogo al digital no fue solo un asunto de ciencia ficción, sino que en verdad el futuro se estrellaba en nuestra cara sin piedad.

Mark David Chapman había matado a nuestro John Lennon, y un cáncer extraño mató a nuestro único Bob Marley en el planeta. Madonna y Michael Jackson querían matar al rock, la aparición de la primera PC de IBM mataba la ilusión de los inventores de artilugios análogos; todo esto mientras que Estados Unidos y la Unión Soviética seguían mirándose feo y arrugándose la nariz a la distancia. Alguien quiso matar al Papa carisma, Juan Pablo Segundo, al igual que alguien quiso matar a Ronald Reagan, pero ninguno de ellos murió asesinado en ese momento, más un asesino silencioso sí que estaba matando a la humanidad, y este era el famoso SIDA.

Fue en esos años donde el mundo se daba cuenta que las mujeres no solo eran buenas para hacer hijos y hacer de comer, sino que bien podían tripular naves espaciales como lo hizo Sally Ride o ser miembro de la Corte Suprema de Justicia como Sandra Day O’Connor. Incluso llegar a ser primer ministra como lo fue Indira Gandhi antes de ser asesinada en esa misma década.

México levantaba las rocas de los escombros que dejó el sismo del 19 de septiembre de 1985 mientras Argentina levantaba la copa mundial de Fútbol en el 86. El muro de Berlín caía a la par de los últimos gobiernos autoritarios en Latinoamérica hasta ese momento y sí, el capitalismo como forma de organización económica, política y social llega a su cúspide, pues una porción de la humanidad podía adquirir productos de otros países gracias a los Tratados de Comercio, cosas como discos o revistas, por ejemplo.

Así, la década de los ochenta culmina con una enorme herencia cultural e histórica. Hipotéticamente, los jóvenes ochenteros eran los niños ricos de la historia de la humanidad ya que disfrutaron de todo aquello por lo que muchos humanos trabajaron tanto, el bienestar económico, social y personal. Esta libertad les daba a los jóvenes una conciencia y libertad plena de elegir. Elegir ideologías, elegir qué comprar, elegir preferencias sexuales, elegir ser o no madre, elegir con quien tener relaciones sexuales, elegir religión o una profesión. El mundo entero era un pastel enorme que había que comerse entero, así eran los alocados ochenta; oscuros, brillantes, opulentos, ostentosos, soberbios, desdeñosos, elegantes, como vampiros, como sombras en la noche que sabían disfrutar de la vida.

La última semana de abril precisamente estuvo enmarcada por un poquito de esa brillantina ochentera que aún se levanta si alguien respira fuerte. Primero con la visita del dúo británico, dinámico, emblemático (y demás adjetivos terminados en ico) de Erasure. Tan solo tres días después, se lleva a cabo Cntrl_F en una forma de homenajear también a cierta etapa oscura y gótica que también ocurrió durante la mencionada década de los ochenta

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También en el Pepsi Center, también organizado por Euritmia Live y Noiselab, así como lo fue en su momento Erasure y Poptone solo que ahora en formato festival, lo primero que se me ocurre es agradecer porque alguien pensó en hacer un festival fuera del formato de siempre con las bandas de siempre.

Luego, pensar en las áreas de oportunidad para eventos posteriores, pues desde que supe que estaría parada por más de 10 horas supe que algo, aunque fuera poquito, podría salir mal.

Mucha gente de playeras con colores fluorescentes se encargó de la seguridad del evento, se agradece que no sean agentes de seguridad malencarados sino gente normal. Una de estas chicas muy graciosa a la entrada me pide verificar mi bolso al ingresar y así lo hace de manera meticulosa y eficiente. Se da cuenta entonces que porto un desodorante en aerosol, porque la noche es larga y el bailongo denso y bueno, no me gusta embriagar a las personas a mi alrededor con mis dulces humores, pero la chica muy amable me invita a dejar el desodorante en cualquier lugar ya que definitivamente no puede ingresar ese objeto. Cuando la cuestiono sobre esto, ella contesta que “puede ser usado para disparar fuego con ayuda de un encendedor”, y por gloriosa que pudiera verse esa imagen en mi mente no puedo parar de recuestionarla y decirle que no haré eso, a lo que ella responde insistente pero tiernamente: “Ok tú no, pero te pueden arrebatar tu bolsa y otra persona puede hacerlo porque ve, están todos muy raritos”…

Luego de salir y hacer como que dejo mi desodorante en la única tiendita guardarropa callejera me pregunto ¿Cómo es que un lugar tan enorme no tiene guardarropa? ¿Cómo es que un lugar tan magnificente tan solo tiene unos baños para albergar a cientos de personas? ¿Cómo es que un lugar tan reconocido como este no tiene más que un puestito de comida con muy pocas y pésimas opciones para bajonear durante tantas horas? Una vez adentro, olvido mis peros y me dispongo a disfrutar.

Pero esperen, quienes hayan llegado alrededor de las seis de la tarde de ese 28 de abril sabrán que no fue una travesía fácil, pues hubo que sobrevivir a la apocalíptica tromba que dejara inundada Reforma y Polanco, con árboles caídos, mucho tráfico y charcos del tamaño de albercas de Oaxtepec.

Fue gracias a que el apocalipsis decidió comenzar el sábado 28 de abril del año 2018 en la zona centro-sur de la Ciudad de México y a la inédita y nunca antes vista puntualidad en horarios de un festival de música, y a la simpática angustia de la muchacha del acceso que juraba moriría ahí entre el fuego producido por una breve multitud enardecida de darketitos, que apenas llegamos a escuchar los últimos sonidos experimentales de Nonotak Studio.

Ya con un buen número de personas reunidas, las imágenes producidas por Noemi Schipfer a la par del ambiente sonoro generado por Takami Nakamoto habían hipnotizado a los presentes a un punto en el que ni la lluvia, ni las largas horas por venir, ni la ausencia de un lugar para fumar fueron capaces de desconcentrarnos.

Luego de una brevísima pausa, casi en punto de las seis llegaría el turno del DJ set de Tom Furse que con algunos sonidos bailables ya nos puso a tono, muy a tono con lo que llegaría después.

Una vez ubicada la zona de fumadores, el alma respira tranquila mientras que las mezclas furiosas de Richard Devine suenan a lo lejos. Y es que este concepto de diseñador de sonidos para algunos puede todavía ser un poco ajeno, más aún cuando lo escuchas en vivo. Una mezcla de mezclas emana de un equipo mientras que otro grupo de sonidos surge de otro. Entre tanto, la voz estruendosa de Richard ensordece a los asistentes quienes permanecen expectantes y atónitos ante lo que escuchan. Entonces el originario de Atlanta aprovecha para tomar una fotografía con su celular de nuestra sorprendida cara.

Llega el turno de The Horrors, son apenas las ocho de la noche y el lugar está casi abarrotado y pasa que los originarios de Southend, Inglaterra se han vuelto algo así como en los consentidos de medio mundo, pero ¿Qué tienen que hacer estos muchachos en medio de tanto veterano? Pues nada, que los chicos fueron bendecidos con los polvos de hada ochentera de los que les hablé al principio. Ninguna banda moderna había logrado atrapar la esencia post punk, enigmática y vampírica de la década como lo han hecho ellos. Por eso los amamos tanto. Suenan a lo mejor del pasado en el presente.

@thehorrors, en plano oscuro y disonante en @cntrl.f

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‘Hologram’, ‘Machine’, ‘Who Can Say’, fue la bomba con la que The Horrors decidió incendiar el escenario, y sin nada más que un enorme letrero iluminado con el nombre de la banda, se arrojaron como lo han hecho ya en otras ocasiones. ‘In and Out of Sight’, ‘Mirror’s Image’, ‘Sea Within A Sea’, Weighed Down, nos pusieron a bailar, y es que la presencia de Faris Rotter pareciera ser el único elemento escenográfico necesario para la banda. Basta y sobra, su voz de ultra tumba que da miedo y a la vez es súper sensual, sus brincoteos, su esquelética forma. Joshua Third lo acompaña en el delirio junto a Rhys Webb. Ton Cowan y Joseph Spurgeon los observan analíticos y les acompañan en un brindis sonoro.

‘Press Enter to Exit’, ‘Endless Blue’, ‘Still Life’, ‘Ghost’ y ‘Something to Remember me By’, son las piezas con las que terminan su intervención en medio de una euforia total. Faris Rotten, agitado, se despide con un letal “Goodbye forever” que nos deja a todos pensando.

En el Instagram oficial de la banda, pueden encontrarse un par de posts dedicados a su estancia en México e incluso mencionan que sus visitas siempre han estado enmarcadas por la catástrofe, ya sea sismos o trombas, más todos esperamos que ese goodbye forever no haya sido nada más que un desafortunado decir.

Década 2 ahora bajo la tutela de Mateo Lafontaine, el Publicista, profesor de música y DJ en sus ratos libres. Hoy es el único sobreviviente de este proyecto noventero y muy digno precursor de la música electrónica en México, nos entrega temas como El triunfo de Federico, Los decretos del poder y Música Electrónica. Cosa bonita fue su mini discurso político donde nos invita a hacer juntos historia y cambiar el rumbo del país. Ojalá algún dios, griego, cristiano o maya, lo haya escuchado.

Pasaditas las 10 de la noche, ya se siente un ligero dolor de pies. Nada que no hayamos experimentado antes. Entonces llega el momento de escuchar a Black Line, el nuevo proyecto de Douglas J. McCarthy, quien fuera líder de una de las más memorables bandas de música industrial, me refiero a Nitzer Ebb. Black Line se definen en algo así como una cooperativa musical, ya que todos sus miembros han sido colaboradores de bandas como Depeche Mode, han sonorizado películas como ‘Star Wars’ o simplemente se han dedicado durante toda su vida a la creación y el diseño de música para cosas importantes.

Y así lo demuestran en el escenario, nada de improvisación, atrás han quedado los años de furia pero se quedan la elegancia y la delicadeza en los sonidos, que no dejan de sonar a EBM y a una fábrica de sonidos metalúrgicos. Una delicia con evidente reminiscencia de los años ochenta, sonaron: ‘Keep Digging’, ‘Losing You’, ‘Layers, Sedition’, ‘Can’t Breathe’, ‘Snap’, ‘Shut it Down’, ‘Big City’, ‘No Crime’ y ‘Changed’. Todo esto enmarcado en imágenes montañosas HD que provocan sentirse un poquito out of this fucking world.

Algún día espero entender por qué los headliners de los festivales, se presentan al final y no al principio de éste, cuando ya todo el mundo está muriendo de borracho, de drogado, de cansancio, de sueño o simplemente muriendo.

Once treinta de la noche, apenas con diez minutos de retraso, llega el momento esperado por muchos. Mágicamente algo sucede con el público que ha mutado de joven a trasnochado y de lo multicolor a lo oscuro. Es el turno de Gary Numan que emerge como dios egipcio de entre un enorme y brillante sol que enceguece al público. Su semblante vampírico contrasta con el blanco de su túnica y las obvias referencias orientales se proyectan en los paisajes desérticos de la pantalla.

Lo que más esperábamos esta noche, Gary Numan en @cntrl.f

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Un set corto pero preciso acompañado de músicos que hicieron de la experiencia comúnmente electrónica, en algo simplemente inolvidable. Numan es de esos seres por los que los años no pasan. Se regodea sobre el escenario como deidad recorriéndolo de un lado a otro, retorciéndose, hincándose y parándose de nuevo para enseguida dirigirse al sintetizador y seguir cantando. ‘Ghost Nation’, ‘Halo’, ‘Metal’, ‘The Fall’, ‘Bed Thorns’, ‘Pray For the Pain You Serve’, ‘Cars’, ‘Here in the Black’, ‘Haunted’, ‘Mercy’, ‘Love Hurt Bleed’, ‘My Name is Ruin’, ‘When The World Comes Apart’, ‘A Prayer For the Unborn’ fueron una a una las piezas entregadas por este príncipe pionero del synth-pop. Tan solo un breve recorrido por su legado, que no ha dejado de ser vigente, vertiginoso e innovador.

Las dos de la madrugada, algunos valientes soldados claudican, y no es para menos. El baile ya ha mermado en la espalda y los pies de la mayoría. Otros astutos hemos encontrado la paz en algún pedacito de pared donde podemos recargarnos o sentarnos para recargar energía y no morir en el intento. Muchos caídos, vencidos por el sueño y el exceso de alcohol, pero nada de eso nos detiene porque llega el momento de escuchar a la última bomba de la noche: Front 242.

De origen belga, surgidos al inicio de esa década mágica de la que les he estado hablando, Front 242 son uno de los principales referentes mundiales de la música electrónica. Un quinteto de señores en toda la extensión de la palabra que literalmente arrebatan el escenario violentamente para hacer uso de él a su antojo. Sin duda el momento apoteósico de la noche. La gente no para de bailar y eso me recuerda a esa escena de Blade el caza vampiros donde de los detectores de humo en lugar de agua comienza a llover sangre y aquello se convierte en un festín orgiástico. ¿Lo tienen? Pues justo así fue escuchar por primera vez en México a los de Front 242.

‘Happiness (More Angels)’, ‘Take One’, ‘Body to Body’, ‘Quite Unusual’, ‘Moldavia’, ‘Funkahdafi’, ‘U-Men’, ‘Commando Mix’, ‘Until Death (Us Do Part)’, ‘Headhunter’, ‘In Rythmus Bleiben’, ‘Welcome to Paradise’ fueron el set con el que complacieron a quienes los escuchábamos por primera vez en vivo y también por primera vez en toda la noche sonó unánime y eufórico el famoso “otra, otra” porque nos sentimos como a la mitad de algo importante que no podía acabar así. Entonces llegaron ‘Operating Tracks’ y ‘W.Y.H.I.W.Y.G/Masterhit’.

Casi como un aterrizaje forzado, ha terminado la fiesta por hoy. Son casi las tres y aún falta por escuchar a Luke Vibert. Pero es inútil, el noventa por ciento de los asistentes se han ido. Ahora puedo saber por qué los headliners tocan siempre hasta el final y es que el reconocido DJ inglés se ha quedado solo casi por completo ¿Por qué somos así?

Tan solo escucho un par de tracks del set de Luke, cuya discografía es tan prolífica que pudo haber tocado durante las casi doce horas de este microfestival que llegó hasta el final con saldo oscuro, sin ningún contratiempo y con ansiedad de que vuelva a repetirse por muchos años más.

Doce horas después y con una uña enterrada a mi favor, concluye Cntrl_F postulándose como uno de los festivales más prometedores en lo porvenir.

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